El domingo en la mañana tuve la oportunidad ver un espectáculo maravilloso e inolvidable en el Museo Nacional de Antropología. Bailes de todo el país, de varios siglos, bajo de un solo techo. Acompañado por dos mexicanos y cuatro compatriotas franceses acudí a ésta show y me quedé con boca abierta. También por costumbres y danzas como aquellas que nos mostraron amo México.
Todo empezó con “Los Matachines” – una aparición ruidosa cuyo origen seguramente nació de las costumbres prehispánicas. Más de treinta guerreros bailando y tocando tambores tan fuerte que hasta se le aflojó calzado a uno de ellos. Como segundo vinieron los “Sones de Michoacán”, que es uno de los estados más ricos en Folklore, las faldas de las muchachas brillaron de miles de colores, las chicas bailaban con pasos rápidos llenos de alegría y el público aplaudió espontáneamente. Luego ya vino “Tarima de Tixtla” y su baile di Iguana, un muchacho pretendía ser Iguana y así conquistar el corazón de su chica favorita (no sé si lo funcionara hoy en día, habría que probar). Después del baile de Iguana ya vino la famosa época de Revolución y los pasos fuertes y firmes, marchando por hombres y mujeres rebeldes (con sus rifles a cartuchos,) hacia el destino común – ¡Revolución! En seguida, un “cowboy” bien calificado nos enseñó como bailar con el lazo, durante la “Danza de la Reata”. Después de diez minutos de girar el lazo alrededor de mi cuerpo, mientras bailando y sabroseando a la muchacha guapísima, el brazo seguro me hubiera dolido, pero a este hombre de charreada al parecer no! En mi memoria quedó también la “Fiesta en Tlacotalpan” con las enormes figuras que representaron las leyendas del pueblo como la famosísima “Llorona”.Entre otras, pudimos admirar a la Danza de los pescadores (recomendable para señoritas si quieren ver hombres bien musculosos sin tener que entrar al table pa´las mujeres), Jarochos, El Coco, La Bamba (así es, en checo “Tady to bývala Kampa”).
Todavía me estoy acordando de la “Danza de los Quetzales” con sus cabellos larguísimos (más que dos metros en promedio), los grandes símbolos de la elegancia y belleza de la era de Moctezuma. Más que impresionante fue sin duda ninguna la “Danza del Venado”. Un hombre bien mamado pretendía ser venado, hacía los movimientos tan perfectos y con su cabeza y cuernos, que de verdad uno diría que era un animal (de lejos). Pero pobrecito, luego llegaron dos cuates cazadores, y con sus arcos y flechas poco a poco lo mataron. Sin embargo, un desempeño que provocó un aplauso enorme entre nosotros “güeros” en el público. Como la cumbre de todo lo espectacular que habíamos visto esa mañana llegaron los hombres fuertes, hasta gorditos, pero con voces como campañas, y con ellos también la última parte – Jalisco. El Estado de los Charros y Mariachis representaron con honor, cantando La Culebra, La Negra, El Jarabe Tapatío entre otras perlas del folklor mexicano. También las muchachas con sus trajes deslumbrantes y sonrisas más brillantes que el sol jalisquense me acordaron mi estancia reciente en el estado del tequila. Después de esto ya se escuchó solamente el aplauso afectuoso del público extranjero, todos se parraron y casi ni un ojo quedó seco... ¡Qué viva México! gritaron.
Cuando uno ve eventos como éste, por un par de horas olvida toda la inseguridad que está experimentado el norte del país o toda la enorme desigualdad alrededor del todo México. En momentos como éste deberían de prevalecer los sentimientos de orgullo (en caso de los mexicanos) y admiración (en caso de nosotros, extranjeros). En domingos como aquel, uno a fuerzas y sin querer tiene que pensar, ya que sea un rato, solo en lo hermoso y único que México y su cultura ha regalado al mundo durante todos los siglos pasados.
La mañana pasé con cultura… ¿y la tarde? Me divertí bastante también, con unas amigas fuimos al Centro de Tlalpan, comimos rico y como el colmo tuve el honor pasar en la cajuela de la camioneta al aire libre, parrado y tocando el viento, que tanto me gusta. ¡Qué domingo más padre! De hecho todo el fin de semana estuvo de poca m….. pues el hecho de cenar el viernes en la residencia del Excmo. Sr. Emb. y luego, el sábado, poder turistear en Chalma y en las pirámides de Teotenango, acompañado por la mitad de la Embajada Checa, también eran eventos más que destacables.
Todo empezó con “Los Matachines” – una aparición ruidosa cuyo origen seguramente nació de las costumbres prehispánicas. Más de treinta guerreros bailando y tocando tambores tan fuerte que hasta se le aflojó calzado a uno de ellos. Como segundo vinieron los “Sones de Michoacán”, que es uno de los estados más ricos en Folklore, las faldas de las muchachas brillaron de miles de colores, las chicas bailaban con pasos rápidos llenos de alegría y el público aplaudió espontáneamente. Luego ya vino “Tarima de Tixtla” y su baile di Iguana, un muchacho pretendía ser Iguana y así conquistar el corazón de su chica favorita (no sé si lo funcionara hoy en día, habría que probar). Después del baile de Iguana ya vino la famosa época de Revolución y los pasos fuertes y firmes, marchando por hombres y mujeres rebeldes (con sus rifles a cartuchos,) hacia el destino común – ¡Revolución! En seguida, un “cowboy” bien calificado nos enseñó como bailar con el lazo, durante la “Danza de la Reata”. Después de diez minutos de girar el lazo alrededor de mi cuerpo, mientras bailando y sabroseando a la muchacha guapísima, el brazo seguro me hubiera dolido, pero a este hombre de charreada al parecer no! En mi memoria quedó también la “Fiesta en Tlacotalpan” con las enormes figuras que representaron las leyendas del pueblo como la famosísima “Llorona”.Entre otras, pudimos admirar a la Danza de los pescadores (recomendable para señoritas si quieren ver hombres bien musculosos sin tener que entrar al table pa´las mujeres), Jarochos, El Coco, La Bamba (así es, en checo “Tady to bývala Kampa”).
Todavía me estoy acordando de la “Danza de los Quetzales” con sus cabellos larguísimos (más que dos metros en promedio), los grandes símbolos de la elegancia y belleza de la era de Moctezuma. Más que impresionante fue sin duda ninguna la “Danza del Venado”. Un hombre bien mamado pretendía ser venado, hacía los movimientos tan perfectos y con su cabeza y cuernos, que de verdad uno diría que era un animal (de lejos). Pero pobrecito, luego llegaron dos cuates cazadores, y con sus arcos y flechas poco a poco lo mataron. Sin embargo, un desempeño que provocó un aplauso enorme entre nosotros “güeros” en el público. Como la cumbre de todo lo espectacular que habíamos visto esa mañana llegaron los hombres fuertes, hasta gorditos, pero con voces como campañas, y con ellos también la última parte – Jalisco. El Estado de los Charros y Mariachis representaron con honor, cantando La Culebra, La Negra, El Jarabe Tapatío entre otras perlas del folklor mexicano. También las muchachas con sus trajes deslumbrantes y sonrisas más brillantes que el sol jalisquense me acordaron mi estancia reciente en el estado del tequila. Después de esto ya se escuchó solamente el aplauso afectuoso del público extranjero, todos se parraron y casi ni un ojo quedó seco... ¡Qué viva México! gritaron.
Cuando uno ve eventos como éste, por un par de horas olvida toda la inseguridad que está experimentado el norte del país o toda la enorme desigualdad alrededor del todo México. En momentos como éste deberían de prevalecer los sentimientos de orgullo (en caso de los mexicanos) y admiración (en caso de nosotros, extranjeros). En domingos como aquel, uno a fuerzas y sin querer tiene que pensar, ya que sea un rato, solo en lo hermoso y único que México y su cultura ha regalado al mundo durante todos los siglos pasados.
La mañana pasé con cultura… ¿y la tarde? Me divertí bastante también, con unas amigas fuimos al Centro de Tlalpan, comimos rico y como el colmo tuve el honor pasar en la cajuela de la camioneta al aire libre, parrado y tocando el viento, que tanto me gusta. ¡Qué domingo más padre! De hecho todo el fin de semana estuvo de poca m….. pues el hecho de cenar el viernes en la residencia del Excmo. Sr. Emb. y luego, el sábado, poder turistear en Chalma y en las pirámides de Teotenango, acompañado por la mitad de la Embajada Checa, también eran eventos más que destacables.
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